Por Ruby Morales Sierra

Los acontecimientos políticos de Colombia en las pasadas elecciones regionales, nos dejan en alerta por crisis democrática. Y también nos exige como especie revisar y plantear una rehumanización que nos ayude a sobrevivir de nosotros mismos.

Y principalmente crisis humanitaria cuyos orígenes salen del alma de los seres humanos, tan maravillosos y también tan crueles y negados a la vida.

Factores externos como las guerras terribles que se viven en Europa, con la guerra Rusia-Ucrania. Y luego este terrible drama de la organización terrorista contra civiles israelitas, que provocó en respuesta una desproporcionada y despiadada matanza orientada por el sionismo de Israel contra el pueblo de Palestina, nos indica que la humidad está en pleno colapso ético y con el rumbo del valor de la vida perdido.

Como todos estamos conectados por un mundo global de contenidos e información que llega como un tsunami que lo devora todo, estamos afectados anímicamente por lo que sucede a nuestro alrededor cercano, pero también al sentir y dolor de quienes padecen al otro lado del mundo.

Y los aspectos internos que vivimos a diario, sin anestesia, con múltiples circunstancias rodearon los inconvencientes para consolidar el proyecto de fortalecimiento del gobierno nacional en las elecciones regionales del 29 de octubre, para mandatarios en gobernaciones, asambleas, alcaldías, concejos y edilatos.

Y es que unir intereses colectivos tiene todo tipo de enemigos del viejo y corrupto sistema en el que los dinosaurios se resisten a desaparecer, pese a que ellos mismos por su tamaño y voracidad, terminaron por devorar su alimento.

Flor de montaña
Florece a 1530 msnm

Aquí salen las migajas, las miserias, la crueldad y la perversión de ese espíritu enfermo y desbordado que no le pone límites a las ganancias, sin escrúpulos por el sufrimiento que represente para las mayorías.

La clase política de los últimos 212 años, está aterrada de perder sus privilegios que justificaron como algo natural. Insaciables en cantidad y tiempo, pese a haber gozado a sangre y fuego de las mieles del poder y los recursos naturales, sociales y el acumulado del trabajo humano como si fuera por mandato divino de algún tipo de dioses perversos.

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